Como el Sganarelle de Moliere, los médicos de atención primaria funcionamos a palos; y asi nos va.
31 julio, 2012
19 julio, 2012
08 julio, 2012
Receta azul
¡Por fin! Ha hecho falta una crisis económica mundial para que, tras veinte años de juegos malabares con la impresora para hacer la prescripción correctamente en el impreso de color correspondiente, y el reciclaje innecesario de varias hectareas de bosques de eucalipto, pero al final La Comunidad de Madrid a parido la receta única. ¡Ha nacido la receta azul!
Si, ya lo sé, el color seguro que a muchos no les va a gustar. No me extrañaría que alguien se plantee que por qué azul. Grupos feministas dirán que debía haberse escogido un color más neutro; marrón o gris o blanco. Grupos gays que un ribete arco iris. Algún republicano viejo o de nueva hornada le encontrará connotaciones con la División fascista y con la Falange. El color de la policia, el de la aristocracia, Blue Velvet..., en fin, dirán otros. Lo que importa es que es única.
¿Podía haberse hecho antes? Por supuesto que sí; desde el principio uno de los datos del paciente, que aparecía impreso al realizar la prescripción, era su código de usuario, con lo que el farmacéutico podía distinguir perfectamente a que tipo de aportación estaba sujeto el individuo. El código era muy similar al que se ha comenzado a utilizar; unicamente el actual es más extenso porque tambien se han diversificado los niveles de aportación.
¿Tan necesario era el cambio? Si. Lo era antes; con todas esas recetas a la papelera, tantos paseos inutiles del paciente y tantas innecesarias consultas al médico, tantos errores de registro en la historía clínica y, en fin, tanta perdida de tiempo por un error tan usual como equivocar el color de la receta. Pero ahora es imprescindible. ¿Puede uno imaginarse recetas de no menos de seis colores diferentes?
Mi pregunta es, dado que lo de la receta electrónica parece que va para largo, ¿tardará La Comunidad otros veinte años en darse cuenta de que con un modelo único de impreso, sin necesidad de ningún color en especial; tal vez una sutil "marca al agua" o un discreto logotipo, podriamos realizar las cada vez más absorbentes labores burocráticas? Lo digo porque el problema del despilfarro de celulosa (no seais mal pensados) y tiempo, a partes iguales, no está resuelto del todo. Aun tenemos al menos tres modelos de papel diferente: el simple folio en blanco, el de IT (incapacidad temporal) y la receta. Y, las nuevas impresoras que, como un moderno lavavajillas, tienen bandeja superior y de carga inferior, nos chulean succionando el papel de una u otra, e imprimiendo de una forma casi aleatoria; a poco que tengamos un pequeño despiste y estemos bajos de reflejos. Los ITs en las recetas y viceversa y así hasta seis combinaciones diferentes; una de ellas la correcta. Esto, llevado al terreno matemático, viene a decir que tenemos aproximadamente 1/6 de probabilidades de hacer la impresión adecuada. Asi que, parangonando a Einstein, no diré que Dios juega con nosotros a los dados pero si que nosotros imprimimos como si jugaramos con uno.
Por supuesto que, en cuanto al tema de la nueva receta, lo más importante es la implicacion en cuanto a los cambios en la aportación de cada usuario, y he de decir que la impresión que me han transmitido en general los mismos es de conformidad.
La opinión generalizada es que el nuevo sistema de aportación es más justo. Claro que habrá que contemplar individualmente algunos casos puntuales y enmendar los muchos errores conceptuales y de calculo cometidos; y se cometerán inevitablemente, que habrá que ir solucionando. Pero básicamente comparto esa opinión general.
De momento, como no puedo evitar ser un poco gamberro, me lo estoy pasando pipa con lo de agotar las existencias: incluso he barajado las recetas para que la mayor parte de los pacientes se lleven de los dos colores. Es de tontos, pero disfruto imprimiendo las de los antiguos pensionistas en verdes y las de los trabajadores en rojas y me complace amoscar a la ancianita que, cuando le voy a imprimir a proposito en verde, me dice "oiga, que esas no son las mías", y luego su mirada recelosa cuando le explico el TSI 001: "usted no tiene que pagar".
P. D.: Ya que estamos, que no se olviden de que aun está por resolver lo de las recetas de ISFAS, MUFACE, ASISA y los partes de IT de los MUGEJU, etc. ¿Se les habra ocurrido, o lo harán en un futuro proximo, unificarlos en recetas y partes de IT? Alfredo Falcó Sales, 2012 |
04 julio, 2012
In arte ars medica, I. Le médecin malgré lui
Arte y medicina se encuentran ligados desde muy antiguo. A la profesión médica han recurrido a menudo desde todas las artes como tema de expresión e, igualmente, no son pocos los médicos que se ha acercado al arte de forma más o menos afortunada y apasionada, hasta el punto de que a menudo han llegado a abandonar su profesión en favor de aquel.
De modo que, al espacio de un médico en el que predominan temas médicos, me parece que no esta de más recrearlo con alguna aportación relacionada con esa confluencia entre las artes; bellas o no, y el "arte médico". Y quiero comenzar esta serie de aportes precisamente por la obra que da nombre a este blog: El médico a palos.
El titulo en español asi como la traducción libre; y hay que decir más bien la amputación que la adaptación, de la obra original de Moliere de 1666; Le médecin malgré lui (El médico a su pesar), se la debemos a Leandro Fernandez de Moratín.
Y es de lo más oportuno traer a colación a Moliere y su obra. Muchos de los datos biográficos que han llegado hasta nosotros de Moliere son algo confusos a pesar de ser un personaje célebre en su tiempo. Dejó pocas referencias sobre si mismo en notas o escritos ni en cartas. Pero de su obra se deduce que tenía una opinión bien formada respecto a los médicos de su época. Algunos piensan que tal vez culpaba a estos de la precoz muerte de su madre en el parto de su propio nacimiento, así como a la de su madrastra, y tampoco salió bien parado de la asistencia que le dispensaron durante la larga enfermedad pulmonar que acabó llevándole a la muerte y que se supone que pudo ser una tuberculosis.
No era precisamente buena la opinión que en general se tenía de los médicos de entonces, a pesar de que obtener el título no era fácil e incluso el nombramiento requería de una llamativa ceremonia pública. Al parecer ese mal prestigio se lo ganaban a pulso con su actitud arrogante y escasamente humanitaria, con la que pretendían compensar sus escasos conocimientos sobre la enfermedad y los limitados recursos terapéuticos de que disponían para combatirla. No es de extrañar que fueran a menudo objeto de mofa y de la sátira, de la que Moliere, un autor que escribía para el pueblo, se hacía buen eco.
La temática del médico y la medicina es en cierta medida recurrente en la obra de Moliere (en cuatro de sus comedias el médico es protagonista y en el Don Juan también hace acto de presencia) y, aparte de las razones aducidas anteriormente, no sería de extrañar que el conocimiento de la profesión que demuestra fuera debido a que tuviera por amigo y/o enemigo a uno o varios médicos. No olvidemos que Moliere se relacionaba directamente con la corte y el número de médicos adscritos a la misma con Luis XVI rondaba casi los ochenta.
De cualquier forma es aconsejable, para el que no lo haya hecho aun, leerse esta obra en concreto. La de Moratín, por la lógica más fácil lectura y las aportaciones más cercanas a nuestro medio que éste tuvo a bien hacer, a pesar de que peca de demasiada pacatería y autocensura; y la original de Moliere, aunque sea en francés (no he conseguido encontrar una traducción al español fiel al texto), más fresca, atrevida y satírica que la anterior.
Algunas sentencias celebres relacionadas con la medicina procedentes de las propias obras de Moliere o tradicionalmente atribuidas a este son:
"Casi todos los hombres mueren de sus medicinas, no de sus enfermedades."
"El mejor signo que puede haber es que el médico haga reír al enfermo."
"El médico es ese hombre que se mantiene a la cabecera del enfermo hasta que la medicina lo mata o la naturaleza lo cura."
"Médicos. Hombres de suerte. Sus éxitos brillan al sol...Y sus errores los cubre la tierra."
"Los médicos no son para eso; su misión es recetar y cobrar; el curarse o no es cuenta del enfermo."
"La muerte es el remedio de todos los males; pero no debemos echar mano de éste hasta última hora."
"El hábito no hace al monje, pero si al médico: En cuanto se habla vistiendo toga y birrete, toda charlatanería resulta sapiciencia, y todo desatino se convierte en razonable.
Por todo lo expuesto no es de extrañar que muchos consideren a Moliere un moralista, que hace suya la popular frase de la comedia ambulante "Castigat ridendo mores" (condena las costumbres riendo). Algunos van más allá atribuyéndole el origen de la introducción del código ético en la medicina.
Referencias:
El médico a palos, L. Fernández de Moratín **********
Otro de los méritos atribuibles a Moliere fue la adaptación de la "Commedia dell'arte" italiana al teatro formal francés, A menudo sus representaciones se acompañaban de números musicales, canto y danza.
Quizá por eso sus obras parecen fácilmente proclives a adaptaciones musicales y no deja de extrañar que no se prodiguen más en este sentido. Concretamente con respecto a Le médecin malgré lui tan solo hay referencia de cuatro autores que se hayan aventurado a convertirlas en operas:
Marc-Antoine Madeleine Désaugiers (1791)
Jakob Haibel (1841)
Charles Gounod (1858)
Ferdinand Poise (1887)
La de Gounod es la que ha trascendido y ha cosechado mayores éxitos, aun así resulta muy difícil conseguir alguna grabación de la misma. El siguiente video corresponde a una selección de la grabación que el sello Gaite Lyrique realizó en 1972 de la interpretación de la Orchestre Lyrique de la ORTF bajo la dirección de Jean-Claude Hartemann (descatalogada, prácticamente inconseguible). En ésta se puede apreciar la frescura y calidad de la música con la que Gounod acompaña al texto de Jules Barbier y Michel Carré, que se atienen tan fielmente al original de Moliere que motivó que la Comédie-Française intentará impedir su estreno.
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Alfredo Falcó Sales, 2012
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